6 février 2022
En unos días se celebrará San Valentín, yo tengo una visión muy personal de esta fecha. Para muchos será un día en el que decir “Te quiero” será casi forzado, otros lo esperarán como un día en el que fortalecer su compromiso, habrá otros que se sentirán solos y abatidos tras una ruptura reciente o una pérdida de hace tiempo. También habrá quienes sientan a su lado a ese amor de toda la vida que ya se fue y tomarán su postre favorito o pasearán por las calles donde se regalaban miradas enamoradas, rendirán agradecidos un homenaje a la oportunidad de haber conocido ese amor verdadero. Quizá se regalen anillos “para siempre” o se disfrute de una declaración sencilla en una servilleta de una bar de carretera. Cada uno de nosotros viviremos ese día desde nuestra propia experiencia, todas son válidas desde luego, pero personalmente lo viviré como un compromiso que hace tiempo contraje con la propia vida, que me da el regalo enorme de sentir intensamente lo que me rodea, compartiéndolo a través de mis obras.
Enamorarse es una sensación increíble, correspondida o no siempre es maravilloso sentir esa conexión especial con una persona que nos hace sacar lo mejor de nosotros, que nos inspira y nos acompaña… libremente. No hay mejor amor que aquel que generosamente nos ayuda a volar y no podemos ofrecer nada mejor que desear lo mejor, de corazón, a quien necesita abrir sus alas. Quien se siente libre volverá a nosotros cuando quiera, pero siempre libre, nada nos une tanto al otro como la libertad de ser nosotros mismos, de compartir nuestros miedos y nuestros sueños. No es tarea fácil y no todos lo entenderán, pero debemos empezar por sentirnos capaces de querer al otro con esa generosidad. Nadie nos debe nada y menos amor. El amor siempre se da, la vida nos lo ofrece cada día de mil maneras… solo has de estar atento y descubrirlo en todo lo que nos rodea.
Amar la vida es lo que celebraré ese día. La amistad incondicional, las lecciones aprendidas, las lágrimas, las risas, los detalles increíbles que me regalan quienes me quieren, sin saberlo. Las palabras sentidas, los silencios compartidos, la distancia kilométrica que desaparece con un pensamiento, el abrazo que siempre reconforta porque se dio con el alma. Sentirse vivo es saberse amor.
Enamorarse de quienes hemos llegado a ser, aprender a decir a ese amigo que es importante, dar las gracias por los momentos en que la emoción que sentimos hace que el latido de nuestro corazón traspase la mirada. Tener con quien parar el tiempo, hacer una pausa…
Pararnos a agradecer lo vivido y hacernos también un regalo, por soportarnos a nosotros mismos, por tener el valor de perdonarnos y levantarnos de nuevo, por mirarnos al espejo y vernos envejecer, por reírnos de una tontería absurda, por llorar con el dolor del otro. Sentir que estamos vivos es suficiente motivo para compartir el amor que tenemos dentro, aunque no sea correspondido o se vea como interesado. La visión de los demás no debe condicionarnos, muchos serán los que agradezcan ese gesto amable, cercano, humano, que llena el mundo de humanidad. Cada uno de nosotros libra una batalla interna, a pesar de la sonrisa que la disimula, ser amable y sonreír es la muestra de amor más elemental y tiene una fuerza increíble cuando alguien nos hace ese regalo… Nos da confianza y esperanza para seguir adelante, nos quita el miedo.
Enamorarse de la vida y celebrarlo, ese es mi deseo para San Valentín. Ser valientes para decirnos que nos queremos tal y como somos y que intentaremos ser un poco mejores. Regalarnos un paseo, una llamada a ese amigo que hace tiempo que no vemos, sonreír un poco más y dejar que brille nuestra mirada por sabernos poseedores de esta fuerza infinita.
¡Feliz vida! ¡Feliz amor!